Hola a todos y bienvenidos a un nuevo artículo de Brújula hacia la felicidad. Hoy vengo con un nuevo artículo sobre la Inteligencia emocional, que descubrí hace ya algunos años gracias al libro del mismo nombre de Daniel Goleman, y me fascinó completamente.
En el artículo de Introducción a la Inteligencia emocional hablé sobre la Autoconciencia o autoconocimiento emocional, lo que probablemente sea la base de la Inteligencia emocional. Pues bien, hoy vamos a hablar de algo que tiene una gran importancia para poder ser capaces de desarrollar nuestra autoconciencia, y es entender nuestras emociones. Así que vamos allá.
¿Qué son los emociones?
Las emociones son un cambio brusco de nuestro estado de ánimo ante una situación o estímulo que puede aparecer en nuestro entorno (externo) o en nosotros mismos (interno).
Se producen de manera automática e inconsciente, por tanto, son reacciones que no podemos controlar, no podemos “dejar de sentirlas”. Además, suelen tener una duración corta (los estudios dicen que tienen una duración media de 90 segundos). Sin embargo, sí podemos controlar la conducta o el comportamiento asociado a una emoción, para ser capaces de responder ante ella.
Las emociones vienen acompañadas de:
- Sensaciones corporales – Por ejemplo, un nudo en el pecho
- Pensamientos – Cómo interpretamos lo que nos ha pasado
- Y Acciones – La reacción automática de nuestro cuerpo a esa emoción, que podemos decidir seguir o no (reaccionar o responder).
¿Cuáles son las emociones básicas?
Existen muchas teorías acerca de cuáles son las emociones básicas, aquellas que podríamos decir que son universales e innatas, pues vienen ya en nuestros genes, que todos los seres humanos somos capaces de reconocer y sentimos de forma parecida, y que nos permiten adaptarnos al mundo. Una de las teorías más aceptadas es la de Paul Ekman, que en los años 70 concluyó que existen 6 emociones básicas en el ser humano, con indepencia de su cultura o su país de origen.
Estas emociones básicas son:
- Miedo – Emoción que sentimos al percibir una situación como peligrosa. Nos informa de la falta de recursos y nos incita a la evitación o al escape de la situación. A nivel fisiológico, la actividad cardíaca se dispara y la respiración se acelera para preparar al cuerpo para la huída o la afrontación, y los vasos sanguíneos se contraen.
- Rabia – Aparece cuando nos encontramos ante una situación que nos produce frustración o aversión, que se percibe como una sensación desagradable y una tensión que nos incita a actuar. Nos informa de que han sobrepasado nuestros límites. A nivel fisiológico, se aumenta la actividad cardíaca, el tono muscular, la frecuencia respiratoria y la adrenalina en sangre, preparando al cuerpo para hacer frente a la situación.
- Asco – Surge cuando algo nos produce desagrado y aversión, creemos que puede dañarnos. Aparece una sensación de repulsión o evitación que nos induce al rechazo para protegernos. A nivel fisiológico, puede aparecer malestar gastrointestinal o náuseas, así como un aumento de la activación general, que produce una activación de la frecuencia cardíaca, la respiración y tensión muscular.
- Alegría – Sentimos esta emoción cuando algo nos resulta agradable, y podemos asociarla con el placer o la felicidad. Se produce como respuesta a un suceso que percibimos como positivo, como un acontecimiento agradable o un logro conseguido. Es un reforzador natural, ya que el placer que obtenemos (o buscamos obtener) al sentirla puede impulsarnos a la acción. A nivel fisiológico, aumenta la actividad cardíaca y el ritmo respiratorio, y se liberan más enforfinas y dopamina en el cerebro.
- Tristeza – Aparece ante la pérdida de algo valioso para nosotros o cuando nos sentimos impotentes de llevar a cabo alguna acción para solucionar lo que nos apena. Tiene una función autoprotectora, ya que activa en nosotros un filtro perceptivo que centra la atención en nosotros, ayudándonos a superar la pérdida y motivándonos a la reintegración y el aprendizaje, así como también nos impulsa a buscar apoyo social. A nivel fisiológico, aparece un decaimiento del estado de ánimo y se reduce significativamente el nivel de actividad cognitiva y conductual.
- Sorpresa – Surge ante una situación nueva, imprevista o extraña. La acompaña una sensación de incertidumbre por un suceso no esperado. A nivel fisiológico, se desacelera la frecuencia cardíaca y aumenta el tono muscular y la amplitud respiratoria, asimismo, se activan los procesos atencionales para recoger información y orientarnos ante esta nueva situación.
¿Son lo mismo los sentimientos y las emociones?
Como hemos comentado, las emociones son respuestas automáticas de duración corta que no podemos inhibir. Los sentimientos, a diferencia de las emociones, son conscientes y requieren de nuestro pensamiento. Por tanto, un sentimiento es la emoción más un pensamiento, y puede tener una duración mucho mayor que las emociones.
Como vimos cuando hablamos sobre el funcionamiento de nuestro cerebro, las emociones se originan en el sistema límbico, que actúa de manera inconsciente, y el sentimiento se origina en el neocórtex, que actúa de manera consciente.
Gestión emocional – ¿Cómo responder conscientemente ante nuestras emociones?
Como hemos comentado, las emociones son algo automático, que todos los seres humanos sentimos y no podemos evitar, ya que se generan en la parte más primitiva de nuestro cerebro de manera automática, pero sí podemos gestionar nuestras emociones.
El primer paso para ser capaces de gestionar nuestras propias emociones es ser conscientes de ellas, de nuestra reacción automática, para ser capaces de elegir responder tras percibirlas, en lugar de reaccionar automáticamente ante ellas (autoconciencia o autoconocimiento emocional).
Por tanto, lo primero que necesitamos para empezar a gestionar nuestras emociones es conocer los tipos de emociones que existen, cómo suelen presentarse en nuestro cuerpo, qué reacción automática producen (puntos que ya hemos comentado en este artículo), y como no, conocer cómo funciona nuestro cerebro y qué es la neuroplasticidad (de lo que ya hablamos en artículos anteriores).
Pero hagamos un pequeño resumen para entender mejor cómo funciona la gestión emocional:
Cuando adoptamos una postura de observador de nuestro cuerpo y nuestra mente, podemos ser conscientes de las reacciones automáticas que se generan en nosotros (cuando mi pareja me dice x, siento que mi cuerpo produce una sensación y, y tras eso suelo hacer z). Es entonces, cuando nos damos cuenta de lo que está sucediendo, que podemos aprovechar esa pequeña fracción de tiempo entre el estímulo y la respuesta para escoger cómo responder en lugar de reaccionar (algo que es imposible hacer si no somos conscientes de lo que está pasando).
Si tras esto somos capaces de cambiar esta reacción automática, generaremos un nuevo surco o camino neuronal, una nueva respuesta en nuestro cerebro, que en esta ocasión será consciente. Y si seguimos practicando y practicando, cambiando la manera en la que respondemos ante una emoción, ese surco se hará cada vez más hondo, más profundo, más marcado. Y cuanto más crezca, más hondo se haga, poco a poco, estaremos cambiando el funcionamiento automático de nuestro cerebro, que con el tiempo se consolidará y pasará a automatizar este nuevo camino, la respuesta consciente que hemos escogido seguir a partir de ahora.
Y esta es la grandeza de la gestión emocional y la Inteligencia emocional, que todos podemos esculpir nuestro cerebro, podemos generar nuevos caminos neuronales enseñando al cerebro a actuar de nuevas maneras. Sólo necesitamos ser conscientes de cómo actuábamos hasta ahora, decidir cómo queremos hacerlo a partir de ahora, practicar y practicar, y así, poco a poco, cambiaremos los caminos neuronales de nuestro cerebro y, gracias a la gestión emocional, cambiaremos la manera en que reaccionamos a nuestras emociones.
Espero que os haya resultado de ayuda el artículo 🙂 Un saludo y nos vemos en el siguiente!