Hola a todos!
Hoy vuelvo con un nuevo artículo, y en esta ocasión vengo a hablaros de uno de mis temas favoritos, la Inteligencia emocional.
¿Qué es la Inteligencia emocional?
La Inteligencia emocional es la capacidad de reconocer, comprender y gestionar nuestras emociones y las de los demás.
Es el arte de reconocer aquello que estamos sintiendo, lo que esa emoción está provocando en nosotros, y ser capaces de gestionarla, respondiendo de una manera deliberada, tomando la decisión de no reaccionar ante ella de una manera automática siempre que nos sea posible. De esta manera, estaremos gestionando nuestras emociones para llevarlas hacia donde queremos, hacia un objetivo que pueda resultar nutritivo para nosotros.
Responder o reaccionar ante los acontecimientos de la vida
Pero, ¿cómo podemos saber cuando estamos reaccionando o respondiendo ante una situación determinada?
- Cuando reaccionamos ante algo, nuestro cuerpo entra en el modo por defecto, actuando automáticamente según lo que le dicta el cerebro (usualmente haciendo aquello que está acostumbrado a hacer), cosa que en ocasiones podría traernos consecuencias negativas.
- Cuando respondemos ante algo, somos conscientes de cómo nos está afectando un suceso, de cómo quiere hacernos reaccionar nuestra mente, pero antes de actuar en consecuencia es como si ganáramos un espacio de tiempo en el que podemos decidir qué queremos hacer, cómo queremos actuar ante la situación. Esto nos puede ayudar a no caer en conductas o acciones de las que posteriormente podríamos arrepentirnos.
Definición de la Inteligencia emocional
Varios autores como Mayer y Salovey o Howard Gardner han hablado sobre la Inteligencia emocional, pero sin duda el autor que más popularizó este término fue Daniel Goleman. Según él, existen 5 componentes que definen cómo la Inteligencia emocional actúa en nuestras vidas, estos son:
- Autoconciencia o autoconocimiento emocional – Ser capaces de reconocer y entender nuestras emociones y estado de ánimo.
- Autorregulación o autocontrol emocional – Es la capacidad que tenemos de controlar nuestras emociones e impulsos, de mantener el control sobre lo que estamos sintiendo en referencia a cómo lo expresamos hacia el exterior. Tener la capacidad de responder en lugar de reaccionar ante las situaciones que se nos presentan.
- Motivación – La habilidad de dirigir nuestros estados emocionales hacia una meta u objetivo determinado, encontrando ese foco o energía que nos haga esforzarnos al máximo para alcanzarlo. A su vez, esta nos permite recuperarnos más fácilmente de los contratiempos que nos depare la vida y funciona como una brújula ayudándonos, gracias a su guía, a volver a encaminarnos hacia nuestras metas.
- Empatía – Es la capacidad de ponernos en el lugar del otro, reconociendo las emociones y los sentimientos ajenos a partir de sus expresiones emocionales. Con ella, somos capaces de identificar y comprender las emociones y sentimientos que está sintiendo una persona frente a una situación concreta.
- Habilidades sociales – Es la capacidad que nos permite responder adecuadamente ante las situaciones que vivimos con los grupos con los que nos relacionamos, relacionándonos mejor con las personas que nos rodean. Con ellas, seremos capaces de expresar nuestras opiniones y emociones a los demás de una manera respetuosa y serena.
La habilidad de la Inteligencia emocional, ¿se nace o se hace?
Nuestro carácter, las relaciones que tenemos en la infancia y los aprendizajes que vivimos nos ayudan a desarrollar la Inteligencia emocional ya desde bien pequeños, que puede ser innata. Pero lo interesante de todo esto es que la Inteligencia emocional es una habilidad, y por tanto, es algo que se puede entrenar y mejorar, a pesar de que no la hayamos adquirido durante nuestra infancia.
En los últimos años se han hecho grandes descubrimientos sobre nuestro cerebro y la manera en que este funciona. Durante mucho tiempo ha existido la creencia de que nuestra mente venía determinada genéticamente, que no podía cambiar y que con el paso de los años se iba deteriorando, perdiendo neuronas sin remedio. Pero en las últimas décadas se ha descubierto que esto no es así.
La neurociencia ha puesto sobre la mesa que tenemos un cerebro plástico que tiene la capacidad de adaptarse a los cambios, siendo capaz de reestructurarse continuamente y cambiar su forma en función de las experiencias que vivimos. Cuando hacemos algo, o incluso cuando lo visualizamos en nuestra mente, estamos reforzando las conexiones entre ciertas neuronas de nuestro cerebro. Al hacer esto de manera repetida, estaremos grabando un camino en nuestro cerebro, que se hará cada vez más profundo, haciendo que cada vez sea más fácil que nuestro cerebro responda de esa manera por defecto.
Esto significa que podemos modelar nuestro cerebro y su comportamiento y, si además conocemos el funcionamiento de este, podremos ser capaces de reconocer sus reacciones automáticas, evaluar por qué nos comportamos de una manera determinada y escoger cómo queremos responder ante determinadas situaciones de manera que el resultado de nuestras acciones sea positivo para nosotros.
¿Es importante aprender a gestionar nuestras emociones?
Cuando éramos jóvenes pasamos muchas horas en el colegio aprendiendo sobre multitud de temas, matemáticas, lengua, historia… Muchos conocimientos que nos han ayudado en nuestro día a día. Sin embargo, cuando acabamos nuestros estudios o nos emancipamos nos topamos con los típicos problemas de la vida cotidiana.
Decidimos qué queremos estudiar y en ocasiones no conseguimos la nota para entrar o el ritmo requerido para conseguir el título, obtenemos un trabajo que nos ayude a pagar nuestras facturas y después de un tiempo nos damos cuenta de que no nos sentimos realizados con él, vemos a nuestros amigos conseguir sus metas, casarse, tener hijos, graduarse… Y en ocasiones sentimos que nosotros no somos capaces de hacerlo.
Con esto pueden llegarnos emociones de tristeza o enfado, que pueden convertirse en un sentimiento de frustración. Y con el tiempo este sentimiento puede hacerse más grande y convertirse en estrés o ansiedad, que de verse acrecentada podría tornarse en una depresión. Y este cúmulo de emociones y sentimientos se convierte en una bola más grande que cada vez resulta más complicado gestionar.
Comprender nuestras emociones, conocer los sesgos negativos de nuestra mente o cómo funciona nuestro cerebro nos hubiera dado recursos para afrontar la situación y seguir adelante. Pero nadie nos ha enseñado a comprender nuestras emociones. Por ello, no sabemos qué podemos hacer cuando las sentimos, incluso en muchas ocasiones no nos damos cuenta de que las sentimos, y por tanto, no hay nada que podamos hacer para gestionarlas.
Con todo esto, vemos la importancia que puede tener el comprender nuestras emociones y hacer uso de la Inteligencia emocional en nuestro día a día. Por ello, recomiendo encarecidamente a todo el mundo profundizar más en ella.
Hay algo que probablemente debería incluirse en las escuelas del futuro, algo que nos enseñe a comprender nuestras emociones y a entender cómo funciona nuestro cerebro. Y esto es de lo que habla la Inteligencia emocional. Mientras tanto, seguiremos profundizando sobre ella en próximos artículos del blog.
Un saludo y nos vemos en la próxima publicación 😊
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